Dijo Jesucristo “No tengas miedo a los que matan el cuerpo sino a los que matan el alma“… Y somos nosotros mismos los que dejamos nuestra alma morir, por inanición.
Las
instituciones religiosas se quedaron inmóviles en el tiempo pasado,
y sus normas y formas se hicieron rígidas, empañadas por sus
propios intereses. Muchas personas, decepcionadas, abandonaron la fe…
sin plantearse que religión y espiritualidad no van de la mano
forzosamente.
La
Espiritualidad (nuestro cuerpo espiritual) es una parte
intrínseca de nuestro ser. Estamos incompletos si no la atendemos y
alimentamos. De ahí, el sentimiento hondo de vacío o infelicidad
que muchos sienten y no saben por qué. No tiene nada que ver con lo
exterior. No se trata de poseer más o seguir creencias. Nada que ver
con lo externo a nuestro ser esencial. Muy al contrario: lo que
echamos en falta, sin ser muchas veces conscientes de ello, es el
contacto con nuestra alma. Necesitamos la protección y guía de su
Luz. Precisamos de esa energía vital que sólo nuestra alma y
corazón pueden brindarnos para nuestro enriquecimiento como seres
humanos.
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