Es
entonces cuando experimentamos que, verdaderamente, no somos la
mente, y podemos trabajar para limpiarla y ponerla a nuestro
servicio. Pero hay mucho más: si seguimos avanzando en la Conciencia
de nuestro ser; vemos sorprendidos que incluso la memoria de nuestra
identidad, se esfuma…
El
pasado deja de existir como algo importante. Vas a él, si
acaso, para rememorar algo que ya sólo ves con total desapego.
Así que experimentar, que el tiempo y el espacio son algo relativo
nos lleva a una “madurez mental” en la que ya a uno no le
interesa entrar a jugar alimentando el “yo” memorizando el
pasado.
¿Acaso
soy la misma que fui hace un año o cinco? …
Desarrollar la
Conciencia del Ser, le aligera a uno la memoria y al mismo tiempo,
quizá por ello mismo, entran en ese espacio mental nuevos recuerdos
que estaban escondidos. Son como flashes que emergen en la Mente y
refrescan lo olvidado; haciendo que encaje esa pieza que
faltaba para tener una visión de la totalidad… y esto, a todos los
niveles de nuestra existencia.
La
Memoria, ese espacio de nuestro armario
mental,
hay que despejarlo y mantenerlo en orden, pero sin darle mayor
importancia de la que tiene; guardar recuerdos, pero pasados ya por
el filtro de la experiencia y la enseñanza -sin carga emocional-…
si no ese armario se convertiría en un mero almacenaje de relatos
para contar a los nietos…
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