"Dime cómo criticas y te diré quién eres…" Dime cómo recibes juicios ajenos y te diré cómo quieres ser.
Defenderse
de los ataques verbales y encajar los reproches no es una labor
sencilla. Se necesitan grandes dosis de confianza y seguridad para
recibir la opinión de los demás, y paciencia y autocontrol para
criticar a otros de forma constructiva. Cada vez que recibe una
censura, la autoestima se viene abajo. La reprobación le abre los
ojos y se da cuenta de que no es perfecto, que tiene fallos. Vivimos
en una sociedad en la que se sobrevalora el éxito y se menosprecia
el fracaso. Por eso cuesta tanto encajar lo que a otros no les gusta
de nosotros.
Nuestra crítica consiste en reprochar a los demás
el no tener las cualidades que nosotros creemos tener”
(Jules Renard)
Un
primer motivo por el que no recibimos con agrado la crítica, es por
la necesidad de sentirnos aceptados por los
demás. Buscamos que nos valoren, que es justo lo contario de ser
criticados. El modo con el que las personas suelen formular reproches
es la segunda razón por la que nos cuesta aceptarlos. La mayoría de
las veces se hace en tono despectivo, con ira, rabia y por personas
que no son capaces de controlar lo que dicen.“
El
tercer motivo por el que no queremos escuchar cosas negativas sobre
nosotros mismos, radica en que normalmente a ninguno nos gusta
equivocarnos, porque hace que sintamos que no somos perfectos.
Existen
distintas causas por las que las personas hacen reproches. En cada
una de ellas encontrará la fórmula para responder con asertividad.
Por
rabia. Personas
que se han enfadado y necesitan desahogarse diciéndole cómo se ha
equivocado y lo mal que lo ha hecho. Proyectan el odio que sienten en
ese momento. Son juicios llenos de rabia, dirigidos a la persona y no
a lo que ha sido el motivo del conflicto. Estas opiniones dolorosas
le hacen sentir ridículo, mala persona… Lo peor de todo es que
este tipo de crítica sirve para poco. No comunican qué se espera de nosotros, ni cómo poner fin al conflicto. Son comentarios destructivos
que poco a poco van quemando la relación. Ante esta gente, uno
termina por callar y sucumbir, hasta que llega el día en que no
puede más y toma decisiones.
La
persona que las realiza no tiene por qué tener intención consciente
de querer dañarle. Simplemente, le falta capacidad para transmitir
su enfado de forma asertiva...
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