En
el proceso de crecimiento y formación humanos (mientras somos
pequeños), los mensajes que la vida tiene para nosotros los recogen
nuestros padres y si éstos no son buenos captando la señal, la
impresión de la vida que recibiremos será caótica o sin sentido.
Aun
así, la vida sigue emitiendo su señal y las inquietudes humanas,
que transcienden la historia familiar en la que crecemos, nos
guiarán, paso a paso, hasta completar el destino que nuestra
naturaleza humana nos promete.
Todos los humanos nacemos para reflejar el proceso evolutivo que nos lleva de la oscuridad a la luz, de la materia a la energía, del dolor al amor y, en función de lo lejos que estemos en este patrón evolutivo, al finalizar nuestro tiempo de la infancia, necesitaremos más o menos pasos para alcanzar la felicidad.
Son
las inquietudes humanas las que nos llevan a alejarnos de lo
familiar, para aventurarnos en la búsqueda del sentido que le falta
a nuestra vida y, llegados a este punto, cuesta reconocer que nuestra
familia nos ha fallado y que tendremos que caminar «solos», si
queremos sentirnos completos.
Pero
este momento de soledad, apenas dura un instante ,ya que en el
preciso momento que damos un paso adelante, la vida pone en nuestro
camino a las personas o experiencias que podrán guiarnos hasta
nuevas fronteras de nuestro SER. Y así, experiencia tras
experiencia, persona tras persona, hasta llegar a un punto del camino
donde ya no necesitaremos más guías externos... pues habremos
alcanzado la luz interior, la propia conciencia de quienes somos, de
dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos.
Hasta
llegar a ese punto de sabiduría interior, las
señales serán
siempre externas y ancladas en el eje dolor/placer, pues este es el
código de la supervivencia:
- Las experiencias positivas (las que suman), nos hacen avanzar y cursan siempre con placer y sentimientos de plenitud.
- Las experiencias negativas (las que restan), nos hacen retroceder y cursan con dolor o sentimiento de vacío…
Para
muchas personas jóvenes es muy triste reconocer que es junto a sus
seres más cercanos donde más vacías se sienten y que cuando se
alejan se recuperan a ellas mismas. Habitualmente, estas personas
encuentran señales que les marcan el camino hacia una mayor
plenitud, para descubrir cuando vuelven a casa con las manos llenas
que sus familias no reconocen su nueva presencia…
¿Qué hacer en estas circunstancias?
- Pues sigue adelante y no vuelvas la vista atrás… Aunque esto te suponga romper con toda una vida de rutina y tradición.
- Pon límites a todas aquellas personas y actitudes que te hagan sentir de menos o de más, pues las dos actitudes ATAN e impiden tu evolución
- Y sobre todo, acepta y entiende que la vida siempre está por la labor de ayudarte y acompañarte si eres un buscador de la luz y tus intenciones son puras, pues en este camino, nunca hemos estado solos…
Pero… si esa es tu preocupación actual…
Si
realmente te sientes o estás sol@, será porque esa es tu necesidad,
ya que la soledad también forma parte de nuestro destino (sobre todo
cuando durante mucho tiempo hemos «abusado» del reflejo de los
demás…).
El
tiempo de soledad nos lleva a recuperar nuestro tiempo primigenio,
anterior a la vida familiar y a la vida social; al desarrollo del
ego, inservible en sí mismo, si estos reflejos o apegos iniciales
que lo crearon, no fueron fieles a nuestra identidad genuina.
Por
eso, aquellos o aquellas que, en estos momentos, os sintáis solos,
debéis haceros amigos de vuestra soledad y compartir con ella lo
mejor de vosotros mismos, ya que estáis
recuperando la esencia de vuestro corazón. Cuando
el proceso de «recuperación» se complete, las ventanas al mundo se
abrirán de nuevo y esta vez, podréis estar seguros de que el mundo
os sonreirá…=)
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