Combatimos
al enemigo creyendo viene del exterior, pero son los traumas y
conflictos internos los que ocultan la hostilidad que generan
sufrimiento, dolor y enfermedad en nosotros.
Nuestra
actitud ante la vida es lo que alimenta y fortalece nuestro ánimo
diariamente: cuando es fuerte, nos ocupamos de las cosas desde la
confianza y seguridad en nosotros mismos... pero cuando el enfoque
mental es negativo, eso nos debilita y hace que nuestro ánimo esté
decaído, por lo que nos cuesta resolver los conflictos y tomar
decisiones.
Todos
tenemos inseguridades y miedos inconfesables, al igual que tenemos
resistencias a los cambios. Si no controlamos y desarrollamos nuestra
mente, ella nos domina desde la inflexibilidad y la obstinación. Por
ello, hay que profundizar en nosotros mismos, bucear en nuestro
subconsciente para ir a la raíz de esos patrones rígidos que
gobiernan nuestra vida y de los que no sabemos liberarnos.
El
proceso de sanación implica una evolución gradual, a partir del
hecho de tomar responsabilidad de nuestra propia vida. Se trata de un
despertar y sucede en un momento particular en que decidimos,
conscientemente, hacer un cambio en nosotros. Abandonamos totalmente
el justificarnos y contactamos con el problema.
A
partir de ahí la relación entre tu cuerpo y tu conciencia se
activa. Vas hacia tu interior para comenzar a despejar la tensión
entre el cuerpo y la mente. Respiras profundo y conectas con tu ser
que te guía en ese proceso de liberación.
Lo
importante no es todo lo que sueltas de tu pasado y que te oprimía
(alégrate): Lo importante es que ahora hay espacio suficiente para
que el Amor que hay en tí se expanda (agradecelo).
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