Una
gran mística sufí, Adawia. Una noche, la gente la encontró sentada
en la carretera buscando algo. Era una mujer mayor y los
vecinos vinieron a ayudarla.
Le
preguntaron: —¿Qué
buscas? ¿cómo podemos ayudarte?Adawia
dijo — estoy buscando mi aguja, he perdido mi aguja.
Ellos
empezaron a ayudarla, pero enseguida se dieron cuenta de que el
camino era inmensamente ancho y la aguja era una cosa muy pequeña.
Por tanto, preguntaron a Adawia :
—Por
favor, dinos dónde la has perdido, el lugar exacto y preciso. Si no
es muy difícil. El camino es muy grande y podríamos estar buscando
eternamente.¿Dónde la perdiste?
—¿
y qué tiene eso que ver con mi búsqueda?
Se
detuvieron y dijeron: —¡Ahora estamos seguros de que te has vuelto
loca!
—De
acuerdo —dijo Adawia os diré que la he perdido en mi casa.
—¿Entonces
por qué estás buscándola aquí? —le preguntaron. Y se comenta
que Adawia contestó: —Porque
aquí hay luz y adentro no.
El sol se estaba ocultando y aún quedaba algo de luz en el camino.
Esto
es muy significativo. ¿Te has preguntado alguna vez qué estás
buscando?
Si
tratas de definirlo, cuanto más definido esté, menos sentirás la
necesidad de buscarlo. Cuando las cosas no están claras simplemente
sigues buscando.Y a menos que sepas lo que estás buscando, ¿cómo
vas a encontrarlo?
Piensas
que está en el dinero, en el poder, en el prestigio, en la
respetabilidad. Pero después ves personas respetables, personas
poderosas, que también están buscando.
La
primera cosa para el buscador es estar alerta, consciente,
definir la búsqueda; formular un concepto claro de ella, de lo que
es.
Inmediatamente
empieza a ocurrir una transformación. Si empiezas a definir tu
búsqueda, empiezas a perder interés en ella. Cuanto más la
defines, menos hay allí. Una vez que sabes claramente de qué se
trata, de repente desaparece.
Sí,
Adawia tiene razón. Dentro no hay luz. Y como dentro no hay luz ni
conciencia, por supuesto que sigues buscando fuera; porque fuera
parece haber más claridad. Nuestros sentidos son completamente
extravertidos. Los ojos se abren hacia fuera, las manos se mueven, se
extienden hacia fuera, las piernas se mueven hacia fuera, los oídos
escuchan los ruidos externos, los sonidos. Empiezas a buscar donde
ves, sientes, tocas. Y el buscador está dentro. Cuando
empiezas a moverte hacia dentro todos los valores cambian de repente.
Al
principio está muy oscuro; Adawia tiene razón. Es muy, muy oscuro
porque tus ojos han estado orientados hacia el mundo exterior.
¿Lo has observado? A veces, cuando entras en casa desde el exterior
que está muy soleado, la luz es muy brillante... cuando de repente
entras, la casa está muy oscura, porque los ojos están enfocados en
la luz externa. Cuando hay mucha luz, las pupilas se encojen. En la
oscuridad, los ojos se tienen que relajar. Pero si quedas sentado un
rato, poco a poco la oscuridad desaparece. Hay más luz; tus ojos se
van adaptando.
Estar
contigo, conocerte es un reajuste de tu visión, de tus ojos. Y si
sigues mirando dentro, gradualmente, lentamente, empiezas a sentir
que dentro hay una luz preciosa.
Poco
a poco, cuando hayas ajustado la luz interior, verás que eres la
misma fuente. El buscador es lo buscado. Entonces verás que el
tesoro está dentro y que el único problema era que estabas
buscándolo fuera. Estabas buscándolo en algún lugar externo y
siempre ha estado dentro de ti.
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