Para
el cerebro el sueño es como una cura intensiva, porque lo recompone
física, psíquica y emocionalmente. Si no descansa el cerebro, le
cuesta guardar recuerdos, aprender y encontrar soluciones a los
problemas, esto forma parte del desarrollo
personal.
Siempre
decimos o escuchamos que dormir es muy bueno, pero a veces no sabemos
por qué. Bien, pues no sólo es por la forma física, cómo nos
sentimos durante el día, sino también para el humor, que lo
refuerza y recarga de energía.
Algunas
personas disfrutan con el sueño, es un gran placer dormir, sin
embargo otras lo pasan realmente mal, es un gran problema, eso les
pasa a las personas insomnes. Hay incluso, quienes lo ven como una
obligación que tienen que pasar cada noche, con lo que le intentan
quitar al día las máximas horas posibles para hacer las horas del
descanso más cortas. A corto plazo, esto puede dar resultado, pero a
la larga puede resultar justo lo contrario: si no se descansa lo
suficiente baja la capacidad para concentrarse y para disfrutar. La
falta de sueño puede arriesgar la salud, incluso las relaciones.
Necesitamos tanto el sueño como dormir, si no durmiésemos durante
días o semanas podríamos llegar a morir.
Hasta
hace muy poco tiempo se creía que el sueño era simplemente
desconectar el cerebro, se creía que era una pérdida de tiempo,
donde no pasaba nada, sólo que el cuerpo estaba quieto sin hacer
nada. Se veía como una tontería dormir, cuando en su lugar se
podrían hacer otras muchas cosas.
A
finales del siglo XIX se empezó a percibir la importancia del sueño.
Los científicos señalaban que dormir servía para afianzar lo
vivido durante el día, para así dejar que al siguiente día se
pudiese obtener más información. Pero tuvo que pasar casi un siglo
para demostrar que eso era verdad y que aunque el cuerpo está
descansando, el cerebro sigue trabajando pero con más intensidad.
En
la noche el cerebro solamente trata, organiza y guarda lo vivido en
el día. Escoge la más destacada y la ordena para poder usarla al
día siguiente de manera práctica, a la vez que se deshace de la
información que no considera importante. El cómo lo hace sigue
siendo un misterio.
Un
recuerdo se crea al fijarse una unión entre miles de neuronas.
Cuando se invoca el recuerdo se reactivan esas combinaciones de
sinapsis. Para que esto suceda el recuerdo debe atravesar un proceso
largo y complicado.
Las
primeras horas son fundamentales. El recuerdo está guardado en el
hipocampo, esperando a que el cerebro decida lo que va a hacer con
él, donde debe luchar con otros miles de recuerdos y hacerse un
sitio en las neuronas. Si no se consigue fijar bien, se mezclará con
otros recuerdos, o también puede ocurrir que el cerebro lo deseche y
se pierda. Lo que hace el sueño es que fortalecer las conexiones
entre las células nerviosas para que el recuerdo se fije y no se
mezcle con otros parecidos. Aquí juegan un gran papel las emociones,
ya que se recuerda mejor lo que os ha emocionado.
Frecuentemente las decisiones importantes brotan después de dormir. Porque el cerebro aparte de fortalecer los recuerdos, examina los datos para poder descubrir relaciones entre ellos, reconocer lo básico y deshacerse de lo que no sirve.
Hay
a quienes les basta con dormir poco, pero para un adulto las horas
aconsejadas están entre las 7 y 8'30 horas. Aunque no todo el mundo
necesita las mismas horas, hay quien necesita más y también hay
quien necesita menos. Los niños de entre tres y cinco años
necesitan de unas 13 horas, mientras que los de 10 o 12 duermen unas
10 u 11.
Algunas
veces intentamos robarle horas al descanso para hacer más largo el
día, bien para trabajar más o bien para hacer actividades sociales.
Tal vez pensemos que así aprovechamos mejor el tiempo, pero no
dormir las horas suficientes puede traer varios problemas a corto y
largo plazo; un descanso inadecuado puede afectar a nuestra biología
que no está preparada para la falta de sueño.
No
descansar produce impaciencia, entorpece la concentración, dificulta
el aprendizaje y la adquisición de experiencias, resta energía y
aumenta la irritabilidad. Aparte de que si no descansamos
adecuadamente, estamos propensos a tener obesidad. La falta de horas
de sueño altera el metabolismo de los hidratos de carbono y el
azúcar, con lo que aumenta la diabetes tipo 2. También comienza la
segregación de cortisol, la hormona del estrés, que favorece la
acumulación en el abdomen. Igualmente de perjudicial es el abuso de
horas de sueño. Nueve horas diarias de sueño para un adulto tiene
el mismo riesgo que dormir menos de seis, que está relacionado con
una morbilidad alta.
Soñar
es tan necesario como dormir. Cada día dedicamos unas dos horas a
soñar; esto sucede en la fase REM, la fase de sueño más profundo,
ahí se activan zonas cerebrales que se utilizan en el aprendizaje.
Aparte de que es muy placentero pasar la noche viviendo fantasías
increíbles, visitando lugares, o tal vez volando. Soñar es una
especie de entrenamiento emocional.
Por
ejemplo, las comadronas a menudo sueñan que dan a luz, aunque nunca
hayan tenido hijos. Eso les aporta una comprensión y una sensación
de las emociones y el dolor que se vive en el parto que de otra
manera no podrían tener. Así soñar es una manera de ponerse en la
piel del otro y entender lo que se siente. Tal vez este sea otro
mecanismo que nos ha entregado la evolución, porque solos no
hubiéramos podido llegar hasta aquí, nos hubiésemos extinguido.
Somos seres sociales, por eso necesitamos el contacto recíproco. Y
yo pregunto: ¿no es soñar una manera de conseguirlo?
Hay que trabajar ocho horas y dormir ocho horas, pero no las mismas. Woody Allen
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