El árbol que cumplía los deseos (Parábola)
En
una ocasión, un hombre iba viajando y entró casualmente en el
paraíso. Los indios creen que en el paraíso hay árboles que
conceden todos los deseos, kalpatarus.
Basta con sentarse debajo de ellos, desear algo, y el deseo se
realiza. Piensas, y tu pensamiento se convierte en cosas; el
pensamiento se plasma automáticamente.
Los kalpatarus
no
son otra cosa que símbolos de la mente. La mente es creativa, los
pensamientos son creativos.
El hombre estaba cansado y se
quedó dormido debajo de uno de estos árboles que conceden los
deseos. Cuando despertó, como estaba muy hambriento, dijo: «Ojalá
que pudiera conseguir comida en algún sitio». Y de repente el
alimento surgió de la nada y flotaba en el aire; era una comida
deliciosa. Empezó a comer inmediatamente y cuando se sintió
satisfecho, surgió en él otro pensamiento: «Si pudiera conseguir
algo de bebida...» Y se materializó inmediatamente un vino
delicioso.
Bebiendo el vino y relajado a la sombra del árbol
en la brisa fresca del paraíso, el hombre empezó a preguntarse:
«¿Qué está pasando? ¿Estoy soñando o estoy rodeado de fantasmas
que me gastan bromas?» ¡Y aparecieron los fantasmas! Eran feroces,
horribles… Se puso a temblar y se le pasó un pensamiento por la
cabeza: «Ahora seguro que me van a matar. Estos fantasmas van a
acabar conmigo». Y le mataron.
Ésta es una antigua parábola
de enorme significado. Tu mente es el árbol que concede los deseos:
antes o después, todo lo que piensas te es concedido. A veces el
desfase es tan grande que te olvidas completamente de haberlo
deseado; a veces el desfase es de años, de modo que no puedes
conectar con el origen del deseo. Pero si observas con profundidad,
descubrirás que todos tus pensamientos te crean y crean tu vida.
Crean tu cielo, crean tu infierno. Crean tu desgracia, crean tu
alegría. Crean lo negativo, crean lo positivo. Todo el mundo es un
mago que hila y teje un mundo mágico a su alrededor y después se
siente atrapado: la araña se queda atrapada en su propia tela.
Una
vez que se entiende esto, las cosas empiezan a cambiar. Entonces
puedes jugar y puedes cambiar tu infierno por un cielo; basta con
pintar desde otro punto de vista. O si estás muy enamorado de tus
desgracias puedes crear todas las que quieras, a tu plena
satisfacción. Pero entonces ya no puedes protestar, porque sabes que
son una creación tuya, son tu pintura, no puedes responsabilizar a
nadie de ella.
El
pensador crea con sus pensamientos; ésta es una de las verdades
fundamentales que tienes que entender. Todo lo que experimentas es
creación tuya. Primero lo creas, después lo experimentas y después
te quedas atrapado en la experiencia, porque no sabes que la fuente
de todo está en ti.
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