Nuestro
espíritu vibra y se regozija cuando la Luz le envuelve. La
espiritualidad es
parte intrínseca de nuestra naturaleza; es el anhelo más íntimo de
nuestro ser esencial por mantener viva la fusión con la divinidad. Elevar
nuestra frecuencia de vibración. Percibir y sintonizarnos con las
energías sutiles que nos ayudan a trascender este plano material.
Purificar nuestro corazón y llenarlo de amor y compasión. Cuando
nos invade un sentimiento de inquietud e insatisfacción con nosotros
mismos, es nuestro cuerpo espiritual que nos está pidiendo que
le alimentemos.
¿Cómo?
Yendo al encuentro de nuestro ser. Anhelando ese encuentro. Yendo
hacia adentro, donde está nuestro Templo y allí nuestro
Maestro-Guía (Angel Guardián). Respirar profundo y guardar
silencio, en perfecta calma. Y en esa quietud y paz, podemos hablarLe
desde el corazón para luego -lo más importante- escucharLe.
Las
religiones y las instituciones religiosas son y nos enseñan otra
cosa muy distinta. Aquí estamos hablando de espiritualidad. Somos
seres espirituales y no necesariamente “religiosos”.
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